El 5 de mayo de 1726, la Opéra national de Paris presentaba Les Caractères de la danse, una sinfonía coreográfica compuesta por Jean-Féry Rebel. En ella, Marie-Anne de Cupis Camargo, conocida luego bajo su nombre artístico La Camargo, hacía su debut como bailarina a los 16 años de edad. Un año después, a La Camargo sería nombrada prima ballerina en la Rouen Opera.

Se cree que hacia 1730 implementó en su atuendo algo que cambiaría la indumentaria de la danza en los años venideros; dada su agilidad y entusiasmo sintió la necesidad de que su traje fuese más ligero.

Esta bailarina nació en Bruselas en 1710, empezó desde pequeña clases de danza con su padre y a los diez años la enviaron a Françoise Prévost para que la acogiera como su discípula en la Ópera de Paris.

“La Camargo era conocida por su deslumbrante técnica allegro — pasos rápidos, saltos y giros. También fue la primera bailarina en hacer pasos que solo habían sido realizados por hombres, incluido el entrechat quatre, un salto durante el cual los pies se cruzan rápidamente cuatro veces, y el cabriole, un salto dramático de patadas altas”[1].

Mayor expresividad

La Camargo rápidamente se dio a conocer por su técnica, si bien no era necesariamente una danza con gracia, esto no le impidió la admiración por parte del público; incluso, los círculos aristocráticos y artísticos trataran de imitar sus peinados, sus trajes u otros aspectos de su personalidad.

Se cree que hacia 1730 implementó en su atuendo algo que cambiaría la indumentaria de la danza en los años venideros; dada su agilidad y entusiasmo sintió la necesidad de que su traje fuese más ligero. Y por ello, provocó un escándalo en la sociedad: cortó sus faldas varios centímetros, de tal manera que sus pies se vieran al bailar. Eso no se podía antes; los pies no podían ser apreciados pues las faldas los cubrían debido a su longitud. Sin embargo, “el alboroto causado por la exposición de sus pantorrillas se resolvió cuando consintió en usar caleçon de précaution”[2], este es un especie de pantalón corto que llega hasta las rodillas y fue necesario en pro de la decencia de la época y precursor además de las medias de baile actuales.

Fuera de este pequeño cambio, La Camargo también es responsable de retirarle los tacones a sus zapatillas, que al día de hoy continúan sin estos.  

En el momento en que a las mujeres se les permite bailar profesionalmente las condiciones no eran iguales. El hombre tenía la libertad de usar sus piernas sin un atuendo que cubriera la mitad o más de su baile.

Varios años después  –  no se sabe a ciencia exacta en qué año  –  en la segunda mitad del siglo XVIII, nacía en Madrid María Medina. Después sería conocida como María Viganò por su matrimonio con Salvatore Viganò. Ella era una bailarina de la que poco se conoce pero que, gracias a dibujos realizados a ella y su marido por Gottfried von Schadow, se tiene una noción de quién fue.

Es la responsable de introducir el traje de ballet color carne como indumentaria, dando la impresión de bailar desnuda; lo que causó sensación y una lluvia de críticas para el puritanismo de la época. Pero, gracias a su ejecución, a su estilo greco-latino, lo pasaron por alto por el encanto que causaba. «Los dibujos de la época que han llegado hasta nuestros días, muestran a María Viganò vistiendo túnicas griegas, lo que parece un precedente de la estética de Isadora Duncan un siglo más tarde»[3].

Reflexiones en torno a la danza

En el ballet solían bailar únicamente los hombres. Cuando en escena aparecía un personaje femenino, los hombres solían interpretarlo, tal como ocurría en otras disciplinas por aquellos años; las mujeres continuaban relegadas a otras tareas y oficios, lo que no significaba que no supieran bailar.

En el momento en que a las mujeres se les permite bailar profesionalmente las condiciones no eran iguales. El hombre tenía la libertad de usar sus piernas sin un atuendo que cubriera la mitad o más de su baile, la mujer debía realizar lo que su ropa le permitiese, pues debía impedirse que su cuerpo quedara expuesto frente a una multitud. No sorprende que pasado tan poco tiempo de dicho permiso en que la mujer lograra estar en un escenario, algunas bailarinas decidieran modificar sus vestuarios con el fin de mejorar su quehacer en el arte, más aún frente a la mirada escandalizada y crítica de la sociedad europea en el siglo XVIII.

Eran dignas de correr riesgos en pro de una vehemencia y pureza en la danza que hipnotizara a su público; en pro de la belleza y lo que, a futuro, podría llegar a convertirse el baile que hoy podemos admirar.


[1] Garfunkel, T. (2014). On Wings of Joy: The Story of Ballet from the 16th Century to Today. Open Road Integrated Media. p. 20. Trad. de la autora.

[2] Merrill, J. (2018). The Showgirl Costume: An Illustrated History. McFarland. p. 36. Trad. de la autora.

 [3] Carlés Abad, Ana. Historia del ballet y de la danza moderna. p. 54

Escrito por: Maribel González
Comunicadora Audiovisual y Multimedia, UdeA
Ilustrado por: Jessica Mileidy Agudelo
Posted by:Acento Ballet

Revista digital de ballet.

2 replies on “La falda

  1. Muy interesante, el ballet es una disciplina muy exigente y ha sufrido muchos cambios tanto en su técnica como en su indumentaria.
    Gracias por compartir

    1. Muy interesante…yo estaba errada en que eran sólo las mujeres que bailaban Ballet pero era al contrario… y he visto que hoy en día son más las mujeres que los hombres …y a estos a veces los estigmatizan por bailar ballet…Gracias por compartir

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